lunes, 10 de octubre de 2016

LA PELIGROSA SORDERA DE LA INDUSTRIA DISCOGRAFICA



Dentro de la sinergia que debería existir en la industria musical, sin duda las compañías discográficas ocupan un lugar preponderante.  La relación entre el artista/compositor y la disquera debe evolucionar para hacer de la industria una en la cual pueda renacer, crecer y prosperar, pero para todos lados, con el balance necesario que esta asociación debe tener.



Históricamente, muchas discográficas multinacionales han actuado como depredadores en un sistema que recompensa inmediatamente al inversor, pero que a costa de ello y de grandes retornos de inversión se generan situaciones insostenibles, con grandes apetitos financieros que engullen todo lo que encuentran a su paso, sin pensar en las consecuencias del mercado, que, indefectiblemente, tratará de encontrar una salida.



Hoy pareciera que se está repitiendo la historia.  No cabe duda que el streaming -un modelo de negocio aún hoy no claro- es el sistema que en los próximos años reinará, y, de alguna manera, será el alimento de la industria musical (no por nada las propiasmajors son accionistas de varias de esas plataformas).  Sin embargo, estamos muy lejos de tener una carretera que mantenga, o por lo menos se acerque, a un recorrido asfaltado que asegure a todos quienes transitan por ella un buen viaje.  Actualmente, solo quienes tienen un Bugatti pueden manejar tranquilos.

Cada vez son más las voces que cuestionan no sólo el reparto que el mundo digital distribuye a los participantes de su ecosistema, sino también la transparencia con la que la industria discográfica negocia las licencias con las plataformas de streaming.  Y para muestra, un botón: las majors son accionistas de algunas plataformas de streaming, a quienes les licencian el uso de su repertorio a un precio menor de lo que le licenciarían a un cualquier tercero (porque, por supuesto, tienen sus propios intereses económicos en esas plataformas).  Todo bien hasta allí.  El problema es que estos acuerdos conllevan adelantos, y nadie sabe cómo esos adelantos son repartidos con los artistas, porque todos son negociados bajo perversas cláusulas conocidas como NDA’s, o Non Disclosure Agreements, algo así como los X-files de la música…  Aparte, por supuesto, nadie sabe qué es lo que sucede o cómo se reparte lo que las majors obtienen gracias a la rentabilidad de sus acciones en estas plataformas (si es que las hubiere), y que fueron adquiridas en desmedro de los ingresos de sus artistas.




No quiero entrar en discusiones bizantinas respecto a quién es el principal inversor o quién arriesga más (por un lado las compañías discográficas ya no hacen discos y se les fue el soporte con el cual los márgenes justificaban sus inversiones en marketing y costos operativos, pero por otro lado también, esos costos de distribución son pocos en comparación los de marketing y A&R, que hoy por hoy no solo se mantienen sino que han subido), pero es necesario que las disqueras escuchen lo que los protagonistas de la industria musical reclaman cada vez más fuerte: reparto equitativo y mayor transparencia en el flujo de los ingresos provenientes de lo digital.

Tal vez BMG ya dio un primer paso al cambiar de enfoque, viendo a sus artistas más como socios que como mano de obra contratada, o Kobalt, la editora independiente más grande del mundo, al dotar a sus asociados herramientas tecnológicas para seguir on-line y en tiempo real el rendimiento de sus obras en el mundo digital.

Ojalá que la industria aprenda de su propia historia, y pueda redirigir sus esfuerzos en robustecerla y crear las bases de un sistema mucho más sostenible en el tiempo, para evitar su canibalización y posterior colapso.



Octubre 2016

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